Viernes noche (1ª parte)

El roce de tu rostro en mis labios y el de tus yemas recorriendo mi espalda. Qué típico suena, ¿no?

De eso me iba acordando esta mañana cuando me bajé en la estación. También te imaginé yéndome a buscar con un paraguas (el amarillo, claro), aunque solo caían cuatro gotas. Obviamente no iba a ser así, pero te echo de menos y no lo puedo evitar. La casa se siente más vacía y Facebook no hace más que recordarme donde estábamos hace cinco años.

Anyways, me alegra verte con ella, espero que te haga feliz.

Un beso. Otro también de parte de Shocks.

P.d.t.: Le compré un collar nuevo, es más bonito.

Me lo pensé dos veces antes de darle a “enviar” y, como era de esperar, no lo hice. Aunque haya eliminado su teléfono de mi móvil, el correo se escribe automáticamente al poner las primeras letras de su nombre. Había redactado ese romántico y rencoroso mensaje en el cuerpo de mail. Solo me fue útil para desahogarme porque lo borré y me puse Netflix mientras hacía right and left en Tinder. No os penséis que es porque intento buscar algo, alguien que ocupe su lugar, que me quiera o con quien poder ir al cine un cursi domingo de lluvia y resaca. No, es que me sale más económico que las tarrinas de helado que llevo devorando desde hace dos meses porque:

Uno. Me gustan las de Ben and Jerry’s y Häggen Dazs que no son las más cheap del súper.

Dos. Luego me siento mal y me tengo que dejar 30 pavos en el gimnasio.

De modo que deslizar de un lado a otro es lo que últimamente me mantiene busy mientras me pongo la serie de turno a la que no voy a prestar atención.

Después de una hora mirando a la pantalla del móvil decidí mirar a la otra, a la televisión. No recuerdo qué serie veía, sé que el protagonista se estaba sirviendo whiski a palo seco. Así que con mi humor de viernes solitario en casa me serví un vaso de vino de cartón, de ese para cocinar. Era lo que había porque no acostumbro a tener alcohol duro en casa y las cervezas estaban calientes en la despensa, total, para qué enfriarlas si desde que me dejó no he visto a ninguno de mis/nuestros amigos.

El primer sorbo me supo a rayos, ese tetrabrik llevaba abierto desde el sábado anterior, cuando en un ataque frustrado de euforia culinaria llamé a mi madre para preguntarle cómo hacer el guiso de ternera que tanto me gustaba y que tan mal me supo el sábado. Hasta Shocks se fue al cuarto por si se lo encasquetaba a él para comer.

El caso es que después de un par de tragos me quedé sopa en el sofá hasta que a las once de la mañana su novia me ha despertado alternando golpecitos en la puerta con el «ring» del timbre.

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