Sábado mañana (2ª parte)

Su nueva novia. Mira, ya no solo me cae mal porque sea por la que me ha sustituido, sino que encima la tía va y ¡me despierta un sábado!

Alejé la vista de la mirilla y me planteé si abrir o no. No podía intuir qué quería por su cara porque estaba mirando al felpudo. La verdad es que ese felpudo seguramente le haya hecho el día, tiene gancho.

Entre que abro y no abro, pensé si quizás había pasado algo con quien era ya mi ex. Sería egoísta por mi parte no abrir, ya que, bueno, soy cero negativo.

Ya decidida puse la mano en el picaporte, pero las llaves no estaban en la puerta. Así que fui corriendo a la habitación, de la habitación al salón, del salón al baño, miré en la cesta de la ropa por si estaban en el pantalón y tampoco. El caso es que para cuando las encontré y abrí Isabel ya se había ido.

La chica es rápida porque me asomé por el tiro de la escalera y no la vi bajar y, sinceramente, no iba a ir en pijama a buscarla para preguntarla qué quería. Tampoco tenía tanta curiosidad, al menos en ese momento.

Shocks vino a mi encuentro y detrás de él se cerró la puerta. Así que me vi a las once y diez de la mañana de un sábado en pijama en el rellano. De puta madre, ¿verdad? Ahora tenía que ir al piso de Josefa para pedirla mi llave.

Bajé las escaleras como alma en pena mientras me sacaba los pantalones del pijama de dentro de los calcetines y me rehacía el moño, por si con eso conseguía estar un poco más presentable.

Recé como buena atea todo cuanto pude pidiendo a todos los santos y vírgenes que me sabía que, por favor, Isabel no estuviese ya en el edificio. La puerta de la comunidad siempre estaba abierta, así que igual que había entrado que se hubiese ido.

Shocks me adelantaba y me esperaba en el descansillo de cada planta hasta que llegamos a la primera. Él iba feliz y contento, por un momento quise ser un gato.

Golpeé un poco la puerta y me coloqué las manos debajo de las axilas. Es un gesto un poco raro, lo sé, pero lo tengo desde la infancia. Golpeé por segunda vez. La cerradura sonó y Shocks, que estaba entretenido con las pelusas que se formaban al final de la escalera, vino, se colocó al lado de mis pies y alzó la cabeza como buen cotilla.

No me abrió Josefa, fue un chaval de unos dieciocho o veinte años, vestido con ropa de jugar al fútbol. Me iba a poner a explicarle la situación, algo así como: “Hola. Vivo en el 5º, se me ha cerrado la puerta porque la novia de mi ex ha venido esta mañana, no sé por qué, y necesito la llave que tiene tu… ¿tu tía? ¿tu madre? Que es amiga de mi tía. Mis padres le dieron una llave cuando yo me mudé aquí porque saben que soy un desastre. Así que aquí estoy, demostrando el desastre”.

No hizo falta. Josefa asomó la cabeza por la puerta de la cocina antes de que pudiera dar los buenos días. Ella enseguida supo o se olió a por qué iba. Abrió la cajita pegada a la pared y sacó un juego de llaves en el que ponía J y C, las iniciales de los nombres de mis padres. Ignorando que yo estaba en pijama, creyó buen momento para iniciar una conversación y preguntarme que qué tal me iba, que qué tal mis padres, abuelas, tías, hermanos, etc..

Supongo que pensó que estábamos en igualdad de condiciones. Al fin y al cabo, ella estaba en bata de andar por casa, pero, claro, DENTRO de su casa y sin la incertidumbre de que Isabel volviese a zanjar lo que no había podido zanjar.

No sé qué fue lo que vería Shocks que de pronto echó a correr pasillo adelante y derrapó para girar al salón. Obviamente, fui detrás, casi empujando a la pobre Josefa y tratando de agarrarlo.

Ahí estaba yo, con el gato en brazos, en la puerta del salón, viendo como el marido de Josefa desayunaba y el chaval de dieciocho o veinte se cambiaba el pantalón del fútbol por otro igual de distinto color.

Pedí perdón mil millones de veces mientras salía por donde había entrado. A Josefa a penas le había dado tiempo de reaccionar y seguía en la puerta. El caso es que el arrebato de Shock no me vino del todo mal, porque di por zanjada la conversación agradeciéndole por las llaves y diciéndole que más tarde se las devolvía.

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